En
una tierra muy, muy lejana llamada Uropha, había un próspero reino cuyo nombre
era Germanicum; esta tierra de leyenda se hallaba sometida a la tiranía del
último dragón.
El
reino estaba viviendo su día más aciago, pues para calmar la ira del dragón,
tenía que entregar en sacrificio a su princesa. Y por ello se hallaba
encadenada a una gran roca en el desfiladero de “Los Guardianes de la Verdad”.
Allí,
maniatada y desvalida la encontró el caballero errante, a punto de ser devorada
por el dragón. Blandiendo su espada, le plantó cara al feroz demonio y tras una
cruenta lucha, el caballero errante se levantó victorioso y rescató a la
princesa.
Como
marcan los cánones de estas historias, la princesa y el caballero se casaron y
vivieron felices y comieron perdices; y entre tanto, reinaron en paz y tuvieron
una hija, a la que llamaron Merkelus.
No
sería ni alta, ni hermosa, ni elegante sino inteligente y de carácter
inamovible.
El
tiempo pasó y sin el hostigamiento de los dragones, los reinos evolucionaron
económicamente. Durante décadas los reinos prosperaron; pasaron del sistema de
trueque al mercantilismo más radical.
Los reyes murieron y sus hijos reinaron.
Merkelus
fue la reina indiscutible de Germanicum.
Eran
tiempos prósperos, pero Merkelus deseosa de demostrar su valía, se convirtió en
una reina conocida por su tenacidad y obstinación.
Su
abnegación fue tan legendaria, que trascendió las fronteras de su reino y los
países vecinos se giraban hacia Germanicum, para tomarlo como modelo o para
pedir consejo a la reina Merkelus.
Los
reinos vivieron en paz; Aspagna, Grekum, Etalium al sur, crecieron en la
agricultura y las bellas artes, y los destinos de recreo familiar. Mientras,
Francus, Anglis y Germanicum al norte, desarrollaron la ciencia y la
tecnología.
La
gente vivía contenta en una falsa imagen de prosperidad económica, que les daba
una sensación de perpetuo bienestar.
Pero
un día, ese bienestar acabó cuando se cernió sobre Uropha la plaga negra.
Toda
la bonanza económica lograda en los últimos años, se vino abajo en un parpadeo,
y ante la difícil situación, los gobernantes siguieron girándose hacia Merkelus
para obtener orientación.
Ella,
deseosa de dejar huella en la historia, promulgó unas restricciones económicas
que todos acataron sin rechistar.
Debido
a muchos años de saqueo y despilfarro de las arcas, los gobiernos se hallaban
en pésima situación para hacer frente a la penosa coyuntura económica en que se
hallaban.
Así,
Merkelus se convirtió en la gobernante de hecho de los reinos, y cuanto decía,
era acatado como ley.
El
problema era que lo único que se le ocurría, era hacer recortes en los
servicios públicos y subir los impuestos. Recorte tras recorte, los ciudadanos
se sumían cada vez más en un estado de temor y desesperanza. La mayor desgracia
de los reinos fue que no existía ningún gobernante lo bastante fuerte como para
llevarle la contraria a la reina Merkelus.
Ninguno
parecía darse cuenta que con tantas restricciones, lo único que se conseguía
era agravar más la delicada situación económica.
Lo
que nadie veía, era que Merkelus sólo era fiel a su pueblo y que estaba
sacrificando al resto de los reinos para mantener estable su propio estado.
Con
cada nuevo decreto, se perdían derechos adquiridos por los ciudadanos con gran
esfuerzo y tesón. Ya no había viviendas dignas para cada uno, ni escolarización
al alcance de todos, ni sanidad gratuita, ni pensión tras largos años de
trabajo. Así los ciudadanos se convirtieron en meros esclavos que trabajaban de
sol a sol, por el derecho a un trozo de pan duro.
Pero
no todo fue trágico en esta historia; como en todas las circunstancias, hubo
algo bueno y fue, que los nobles y pudientes no desaprovecharon la ocasión de
especular y enriquecerse a costa del prójimo, y así hicieron más grandes las
diferencias sociales.
Así
fue como la prosperidad adquirida a lo largo del siglo XX se convirtió en una
nueva era oscura.
Esperemos que aparesca un Robin Hood que le de su merecido a los malvados recaudadores de impuestos, rebaje lo suntuarios de los funcionarios, pero lo de alto rango, no los que se parten el alma dia dia.
ResponderEliminarHermosa entrada
Estoy de acuerdo contigo.
Eliminar¡¡¡Aúpa Robin!!!!