Sonaron
las once en el reloj del salón, momento en el que se materializó ante él un
hombre atlético en la plenitud de la vida. Con un rostro que seguro hacía
desmayar a las mujeres a su paso. Como Ilusión, era semi-transparente, pero éste irradiaba todo su ser en tonos
rojizos.
-Soy
Cinismo, el espíritu de las Navidades Presentes y he venido a mostrarte aquello que no ves.
-Lo
cierto es que con la visita de tu compañero ya he aprendido la lección. No hace
falta que me muestres nada. De verdad, puedes irte a beber ectoplasma o lo que
sea que hacéis en los ratos de ocio.
Cinismo
lo fulminó con sus ojos brillando en un intenso rojo infernal.
-Mala
suerte para ti. No hay forma que escapes de mí. Y nadie aprende la lección
hasta que se da de bruces, esta es una
vedad absoluta del ser humano. Y tú eres humano, ¿no?
-S…sí.
-Entonces
no perdamos más tiempo que tenemos mucho que ver.
Chasqueando
los dedos hizo que Croonch fuera elevado por una fuerza invisible y quedara de
pie junto a él.
De
debajo de sus pies surgieron unos brazos de fuego que formaron una esfera de
lenguas de lava rugiente alrededor de ellos. Cuando ésta desapareció igual que
había aparecido, se hallaban contemplando la cocina de una casa de dos plantas
a las afueras de la capital.
-¿Esa
no es tú secretaria? –dijo Cinismo.
-Sí,
bueno. La heredé de mi antecesor –dijo Croonch con irritación.
-Entiendo
–se limitó a decir Cinismo.
Un
hombre alto entró y abrazó a María.
-El doctor
ha llamado hoy, los análisis no han salido bien, tendremos que regresar a
Houston después de las fiestas para otra sesión.
-Tenía la esperanza de no tener que volver a pasar
por esto –dijo María apoyando la frente en el hombro del hombre-. ¿Se lo has
dicho a Irene?
-Todavía no. He pensado que las Navidades serían más
felices así.
-Bien, entonces tenemos que hacer que sean
especiales para Irene.
-¿Quién
es Irene? –preguntó Croonch.
-Claro,
es cierto, tú no tienes porque molestarte en saber que tu secretaria tiene una
hija de diez años llamada Irene.
-Mmmmm…
-Que
está enferma de cáncer y que la llevan a Estados Unidos a recibir un
tratamiento muy caro.
-Mmmmm…
-Ya
veo que no –dijo Cinismo.
Chasqueó
los dedos y la misma bola de fuego los envolvió y los trasladó ha otro hogar.
-Esta
casa me suena –dijo Croonch.
-Es
la casa de la abuela de tu viejo amigo Marcos.
-¿Cómo
le va?
-Al
final tuvo que cerrar la fábrica, vendió su casa para pagar a los trabajadores
y se vino a vivir a casa de su abuela con su mujer y sus dos hijos. Lleva casi
un año en el paro y viven de la pensión de su abuela.
-Ya
veo.
-¿Estás
seguro? –dijo Cinismo incrédulo.
La
escena era parecida a la que reflejaba la Navidad Pasada, estaban todos reunidos
en la mesa, riendo, comiendo, charlando, haciendo bromas, en definitiva
disfrutando unos de otros. Lo único que era distinto era la comida, más modesta
este año, aunque igual de abundante.
-Parece
que pese a las estrecheces, aún hacen buenas comidas –dijo Croonch.
-Hay
gente que se acomoda a lo que tiene y sigue siendo feliz –dijo Cinismo.
Chasqueó
los dedos y Croonch se acongojó, pues ya sabía que iba a ser tragado por una
bola de fuego que lo llevaría a otro destino.
Esta
vez estaban en un acogedor salón, en él se hallaban su hermana, su cuñado, sus
sobrinos Borja, Isabella y Matías, con su esposa Maribel que acunaba un bebé
berreón.
-Ese
es tu sobrino nieto, Cristian. Al cual aún no conoces –dijo Cinismo.
-He
estado muy ocupado –se justificó Croonch.
-Demasiado
ocupado para conocer a un nuevo miembro de la familia, muy mal colega, muy mal.
-Le
mandé una cesta al hospital, ¿qué más quieres? –dijo Croonch.
-No
me lo puedo creer, tú gastando dinero. ¿Y el cielo no se abrió y cayeron ranas?
-No
–dijo Croonch.
-Vamos cielito, deja de llorar o atraerás al tío
Croonch y te llevará –le canturreó Matías a su hijo.
-No seas malo, Matías –dijo su esposa.
-No es malo –dijo Borja-. Es la viva imagen del
hombre del saco. Esta mañana he ido a verlo para invitarlo a cenar y ha
empezado a despotricar de la bondad, la generosidad y la Navidad en general. No
entiendo cómo puede tener un corazón tan negro.
-Eso no es así –dijo la madre-. Sólo que no sabe
expresar su cariño como hacemos los demás, en el fondo tiene buen corazón.
-Sí, tan en el fondo que no hay quien lo encuentre
–dijo su marido-. A mí aún me llama “gastatizas”, y soy profesor de universidad.
Nunca le caí bien y nunca lo haré.
-Vamos, cielo. No seas rencoroso.
-Sólo por ti, amor –dijo el marido besándola dulcemente.
-Siempre
ha sido un cursi –dijo Croonch.
-Porque
demuestra tener consideración por los sentimientos de su esposa, ya veo.
-¿Qué
ves? –preguntó Croonch a la defensiva.
-Nada,
nada –contestó Cinismo.
-¿Cómo
que nada? –gritó Croonch.
Pero
Cinismo lo ignoró y chasqueó los dedos y la esfera de fuego los envolvió y
lanzó de nuevo a Croonch sobre su cama solitaria.
Empezaba
a estar harto de que lo llevaran de arriba abajo como si fuera un saco de
patatas. ¡Él era el Ministro de Economía! ¡Todo el mundo le temía! Se merecía
un respeto. Se iba a enterar el próximo espíritu que apareciera.
Cuando
empezaban a dar las doce un frío gélido inundó la alcoba, cuando Croonch pudo
volver a ver a través de la bruma, vio una imponente figura oculta en una
aterradora túnica con capucha.
-¿Eres
el espíritu de la Navidad Futura? –dijo Croonch con voz temblorosa.
La
capucha se movió en un gesto afirmativo. Lo señaló con un dedo huesudo y lo
dobló hacia arriba para indicarle que se acercara.
Croonch
negó con la cabeza. El espíritu repitió el gesto hasta que él se arrastró junto
el espectro de mala gana. Al instante, una ventisca azotó al asustado Croonch,
que se protegió la cara con los brazos. Cuando por fin la tempestad amainó se
encontró contemplando un enorme cartel de propaganda de campaña electoral, que
lo mostraba a él sonriendo con confiada elegancia.
Cayó
arrodillado en el suelo embargado de la emoción.
-¡Lo
conseguiré, seré presidente del gobierno! –dijo entrecortadamente.
El
espíritu negó con la cabeza.
-¿Cómo
qué no?
El
espectro señaló con su huesudo dedo otro cartel electoral que mostraba un
famoso vidente sosteniendo un manojo de acelgas.
-¡NOOOOO!
¡No puede ser! –gritó Croonch con lagrimones corriendo por sus mejillas-. Dime
que este futuro no es inalterable. Que puedo luchar para cambiarlo. Dime algo
–suplicó.
El
fantasma agitó su dedo en el aire y una bruma oscura formó las siguientes
palabras: “El futuro es incierto, cada uno forja su propio destino”.
-Cambiaré,
seré más y mejor. Lo prometo –dijo Croonch agitando un brazo en el aire.
El
espíritu lo miró desde la profundidad de su capucha pero siguió sin decir nada.
Acto
seguido se encontró arrodillado en el borde de la cama con el brazo en alto y
cayendo de cabeza al suelo.
Excepto
por el golpe, estaba exultante, lleno de alegría y una nueva determinación por
el futuro que se abría ante él.
Al
salir de casa, Croonch se encontró a Bernardo, su chofer personal esperándolo
con su estoicismo habitual.
-Vamos,
Bernardo. Que tenemos mucha felicidad que repartir –dijo entrando por la puerta
que sostenía Bernardo.
Si
a ésta la nueva actitud de su jefe le pareció extraña, no lo mencionó.
-Llévame
a casa de María.
-Sí,
señor.
En
la parte trasera del vehículo Croonch iba pensando en todo lo que había
aprendido esa noche.
Si
habiendo subido el IVA, congelado las pensiones, bajado el sueldo a los
funcionarios y recortado las pagas extras, la gente aún era feliz y podía poner
comida en la mesa, significaba que todavía se les podía exprimir un poco más.
Croonch
encendió la grabadora y recitó:
-Punto
uno: Subir el IVA del 21 al 24%.
Punto
dos: Haciendo un gran esfuerzo por parte del gobierno y para no faltar a la
palabra dada en las elecciones, las pensiones subirán un 1,2% el próximo enero.
Pasaron
por delante de un grupo de seis jóvenes que estaban cantando villancicos en la
acera, mientras pedían dinero.
Croonch
llamó a la policía y solicitó que un grupo de antidisturbios fuera a disolver
la manifestación de esos anarquistas que querían desestabilizar la democracia y
hundir la economía de mercado. Con este tipo de delincuentes había que tener
mano dura.
El
coche se detuvo en un paso de peatones donde una ancianita estaba cruzando a su
ritmo.
Dentro
del coche que estaba aparcado y que quedó a la altura del ministro, un hombre
se desperezaba, claramente había pasado la noche en el vehículo. El desconocido
saludó a Croonch con una sonrisa triste. Éste la devolvió la sonrisa.
-¡Arranca
ya! –le dijo a Bernardo frenéticamente.
-Está
cruzando una viejecita.
-¡Da
igual! Una pensión menos que pagar.
Afortunadamente
Bernardo era un ex-legionario cuya madre le había inculcado un gran respeto por
los mayores e ignoró descaradamente la
orden del ministro.
Croonch
encendió la grabadora de nuevo:
-Punto
tres: Aprobar una ley que no permita aparcar vehículos residenciales en las
vías públicas sin la debida autorización, previo pago de una tasa de 200 euros
semanales al ayuntamiento pertinente. Dormir en un vehículo aparcado en la vía
pública lo convertirá automáticamente en vehículo residencial sujeto a la
normativa anterior. Exponiéndose a una retirada del susodicho por la grúa y a
una multa de 500 euros.
Punto
cuatro: Realizar una auditoría a Marcos Hidalgo.
Punto
cinco: Conversión del Hospital General en un Centro de Tratamiento de las
Dolencias de la Tercera Edad.
-Hemos
llegado, señor.
-Justo
a tiempo –dijo Croonch bajando del vehículo.
Tras
el tintineo del timbre, María abrió la puerta.
-¿Señor
Ministro? ¿Ocurre algo? –dijo María sorprendida.
-¿Quién
es, mamá? –dijo una jovencita muy pálida que llevaba la cabeza cubierta con un
pañuelo.
-Mi
jefe, el señor Croonch, esta es mi hija Irene.
-Encantada
–dijo la chica-. ¿Nos ha traído un regalo?
-¡Irene!
Ve a dentro, no vayas a coger frío.
Al
quedarse solos Croonch habló primero:
-Pues
sí que he traído un regalo –dijo depositando en la mano de la secretaria la
grabadora-. Lo quiero transcrito mañana a primera hora.
-Pero…
-Mi
regalo para ti es que conservas tu trabajo, con él puedes pagar ese tratamiento
para tu hija.
Dicho
esto Croonch bajó a saltitos las escaleras del porche, se giró y gritó
alegremente:
-¡Feliz
Navidad!
Ante
la cara de incredulidad de su secretaria, Croonch se metió en el coche y
desapareció calle abajo.
Esta
iba a ser una prueba de valor sin igual, entró en el salón de su hermana Elena
donde toda su familia estaba reunida y soltó:
-¡Feliz
Navidad a todos!
Y
todos se quedaron mudos de la sorpresa.
-Sé
que no me esperabais, pero me gustaría pasar las fiestas con vosotros –dijo
Croonch.
La
primera en reaccionar fue Elena.
-Por
supuesto que eres bienvenido –dijo abrazando a su hermano.
-Y
he traído regalos –dijo Croonch-. Matías, ¿tú y tu esposa aún os dedicáis a dar
masajes y a las velas perfumadas y demás?
-Sí
–respondió Matías cauto.
-Voy
a crear un gran centro para el cuidado de las dolencias de los mayores y estos
van a necesitar muchos masajes y terapias alternativas de esas. Y las va a
realizar en exclusividad tu empresa, así que ve ampliando la plantilla. Y tú,
mi carismático Borja. Debes crear una empresa de grúas, pronto habrá una gran
cantidad de trabajo en ese sector y no hace falta decir que puedes acaparar ese
mercado si tienes los contactos adecuados y está claro que los tienes –le guiñó
el ojo Croonch a su sobrino-. Y para la hermosa a la par que elegante Isabella,
un puesto de directora de telediarios en la cadena de televisión local.
-Pero
tío, yo no sé nada de eso –dijo ella compungida.
-Tranquila,
con que aparezcas bien vestida y grites a alguien de vez en cuando será
suficiente.
-Eso
puedo hacerlo –dijo la chica más animada.
-Y
por último, aunque no menos importante, mi querido cuñado –dijo Croonch
abrazando al marido de su hermana-. ¿Sigues de profesor de universidad?
-Sí.
-Pues
pronto el director se verá envuelto en un turbio escándalo que lo obligará a
dimitir, así que prepárate para ser el que manda.
-Vaya
tío, que sorpresa –dijo Borja emocionado-. ¿A qué se debe semejante cambio?
-He
tenido una revelación y he aprendido que hay que ser generoso y entregarse a
los demás. Ese es el camino. ¡Feliz Navidad a todos! –gritó exultante Croonch.
-¡Feliz
Navidad! –corearon todos.
Tres
espíritus contemplaban la escena desde la ventana.
-No
me lo puedo creer –dijo Ilusión.
-Menudo
fiasco –corroboró Cinismo.
El espíritu envuelto en una capa agitó su
huesudo dedo y formó con bruma las siguientes palabras:
-Cada
cual forja su propio destino, sea cual sea.
-Muy
profundo –dijo Cinismo-. ¿Qué os parece si vamos a tomar una copa antes de
presentar el informe?
Por
toda respuesta el espíritu de las Navidades Futuras se esfumó entre una lluvia
de copos de nieve.
-Desde
que Esperanza encontró esa túnica y se volvió misterioso se ha convertido en un
aburrido –dijo Cinismo.
-Sí,
ya nada es como antes –corroboró Ilusión-. Cada vez es más difícil hacer que
los Scrooge regresen al buen camino.
-Esto
no va a hacer nada feliz al jefe.
-No,
nada feliz. Vayamos a tomar esa copa antes de que se entere.
En estos días tan especiales llegue a ti mi cariño con el deseo:
ResponderEliminarQue siempre tengas palabras cálidas en un frío anochecer,
Una luna llena en una noche oscura,
Y que el camino siempre se abra a tu puerta.
Que los problemas te abandonen, los ángeles te protejan, y que la luz te cubra acunándote.
Para ti y seres queridos Feliz Nochebuena...Feliz Navidad!!!!!