Esta expresión tan común se gestó cuando los
primeros exploradores observaron que las mamás cocodrilo lloraban mientras devoraban
sus crías recién nacidas.
Hace años que se descubrió que estos reptiles
de sangre fría, aunque no optan al premio de “Mamá del Año”, sí cuidan los
nidos llenos de huevos; cuando eclosionan, agarran con esas terroríficas
mandíbulas a sus pequeñines con una delicadeza extrema, los protegen en su boca
y los llevan al río donde las liberan para que inicien su independiente
andadura.
Con este acto lleno e ternura se aseguran de
que tengan más probabilidades de sobrevivir mientras son criaturas tan vulnerables.
Quedó demostrado que la utilización de la
expresión “Lagrimas de Cocodrilo”, es por tanto, extremadamente errónea, cuando
nos referimos a alguien sintiendo pena por nosotros mientras nos apuñala
cruelmente.
Hace unos días pudimos ver a la Vicepresidenta
del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, emocionándose durante una rueda de
prensa.
¡Inaudito!
Llegado a este punto, me atrevo, como
siempre, a proponer una alternativa:
“LAGRIMILLAS DE SORAYA”
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