jueves, 19 de abril de 2012

MOMENTOS HISTÓRICOS: “LA DISCULPA DEL REY”


En la historia de la humanidad ha habido grandes momentos que han marcado un antes y un después en la vida del hombre. La llegada del hombre a la Luna, la televisión, el descubrimiento de la penicilina. Yo personalmente no he vivido ninguno, yo soy más de la generación que ha vivido la creación del club de fans de los Teletubbies y la primera disculpa pública del Rey.


Últimamente la familia real no deja de dar un traspié tras otro. Primero el yerno, después el nieto y ahora el rey, que no quería ser menos.

Al hacerse público que el Rey dio un tropezón en una cacería y se rompiera la cadera por tres sitios (que si hay que hacer algo, hay que hacerlo realmente bien). Se ha abierto la veda y se ha desatado una agitación febril en todos los ámbitos.

Hemos oído en los últimos días como algunos políticos se subían al carro del subidón mediático y solicitaban desde un referéndum hasta una disculpa. Y algunos periodistas, extrañamente de los más cercanos a la corona, exigir la abdicación con fervorosa contundencia.

También ha habido los que loaban al monarca por su estoicismo al viajar de regreso a España, sin quejarse ni un ápice del dolor que sentía en la maltrecha cadera. A mí me da por pensar cuando oigo cosas semejantes, si sería la misma clase de estoicismo que demostraban los elefantes cuando él los cazaba. Y después me pregunto si alguien puede creerse que dejarían viajar a todo un monarca sufriendo dolor, cuando hay una nutrida gama de fármacos que sirven  para paliar semejante situación. Yo me inclino más a imaginar que lo doparon y que por eso no le oyeron quejarse en todo el viaje.

Hace unas semanas oíamos al Rey, en una conferencia, asegurar que la precaria situación laboral que atravesaba nuestro país le quitaba el sueño. Y no ha hecho más que demostrar que eso es cierto, está claro que la preocupación no le dejaba dormir y por ese motivo estaba deambulando por su hotelito de Botsuana a las cinco de la madrugada, cuando se tropezó con el impertinente escalón culpable de todo este sarao.

Llegamos al último acto de esta opereta, “La Disculpa Del Rey”. Que a tenido que tragarse un orgullo del tamaño de un rinoceronte para lanzarnos un escuálido “Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir ”.

Que francamente entre la puerta cutre a sus espaldas y que parecía un niño de cinco años disculpándose delante de la profesora por haber hablado en clase, su tembloroso, escuálido y vergonzoso “lo siento” me parece insuficiente.

En navidad nos torturan con esos ampulosos discursos durante media hora (que no, que son diez minutos pero parecen media hora), nos atontan con su cadencia engolada y su porte rígido. Me parece que a la hora de disculparse debería hacerlo concediéndole a la situación el mismo esmero.

Cuando uno se disculpa tiene que expresar con claridad el motivo por el que está pidiendo perdón. Hacerlo de forma tan abierta da pie a que cada uno interprete a su gusto el motivo de la disculpa.

Siguiendo la línea de mi pensamiento divagante me encuentro preguntándome de qué se estaba disculpando el Rey.

“Siento”
 No haber regresado inmediatamente cuando me informaron que
  mi nieto se había herido en un pie.



“Siento"

 Despilfarrar, cuando la situación de mi pueblo es cada día más
  precaria.



“Siento”

Haberme roto la cadera.

“Siento”
Que mi afición favorita requiera que seres vivos mueran.

“Siento”
Que me hayan pillado.





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1 comentario:

  1. Es realmente intolerable. Y tal vez solo sea la punta del iceberg.

    Un abrazo

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