martes, 18 de diciembre de 2012

CUENTO DE NAVIDAD (2ª Parte


Sonaron las once en el reloj del salón, momento en el que se materializó ante él un hombre atlético en la plenitud de la vida. Con un rostro que seguro hacía desmayar a las mujeres a su paso. Como Ilusión, era semi-transparente,  pero éste irradiaba todo su ser en tonos rojizos.
-Soy Cinismo, el espíritu de las Navidades Presentes y  he venido a mostrarte aquello que no ves.
-Lo cierto es que con la visita de tu compañero ya he aprendido la lección. No hace falta que me muestres nada. De verdad, puedes irte a beber ectoplasma o lo que sea que hacéis en los ratos de ocio.
Cinismo lo fulminó con sus ojos brillando en un intenso rojo infernal.
-Mala suerte para ti. No hay forma que escapes de mí. Y nadie aprende la lección hasta que se da de  bruces, esta es una vedad absoluta del ser humano. Y tú eres humano, ¿no?
-S…sí.
-Entonces no perdamos más tiempo que tenemos mucho que ver.
Chasqueando los dedos hizo que Croonch fuera elevado por una fuerza invisible y quedara de pie junto a él.
De debajo de sus pies surgieron unos brazos de fuego que formaron una esfera de lenguas de lava rugiente alrededor de ellos. Cuando ésta desapareció igual que había aparecido, se hallaban contemplando la cocina de una casa de dos plantas a las afueras de la capital.
-¿Esa no es tú secretaria? –dijo Cinismo.
-Sí, bueno. La heredé de mi antecesor –dijo Croonch con irritación.
-Entiendo –se limitó a decir Cinismo.
Un hombre alto entró y abrazó a María.
-El doctor ha llamado hoy, los análisis no han salido bien, tendremos que regresar a Houston después de las fiestas para otra sesión.
-Tenía la esperanza de no tener que volver a pasar por esto –dijo María apoyando la frente en el hombro del hombre-. ¿Se lo has dicho a Irene?
-Todavía no. He pensado que las Navidades serían más felices así.
-Bien, entonces tenemos que hacer que sean especiales para Irene.
-¿Quién es Irene? –preguntó Croonch.
-Claro, es cierto, tú no tienes porque molestarte en saber que tu secretaria tiene una hija de diez años llamada Irene.
-Mmmmm…
-Que está enferma de cáncer y que la llevan a Estados Unidos a recibir un tratamiento muy caro.
-Mmmmm…
-Ya veo que no –dijo Cinismo.
Chasqueó los dedos y la misma bola de fuego los envolvió y los trasladó ha otro hogar.
-Esta casa me suena –dijo Croonch.
-Es la casa de la abuela de tu viejo amigo Marcos.
-¿Cómo le va?
-Al final tuvo que cerrar la fábrica, vendió su casa para pagar a los trabajadores y se vino a vivir a casa de su abuela con su mujer y sus dos hijos. Lleva casi un año en el paro y viven de la pensión de su abuela.
-Ya veo.
-¿Estás seguro? –dijo Cinismo incrédulo.
La escena era parecida a la que reflejaba la Navidad Pasada, estaban todos reunidos en la mesa, riendo, comiendo, charlando, haciendo bromas, en definitiva disfrutando unos de otros. Lo único que era distinto era la comida, más modesta este año, aunque igual de abundante.
-Parece que pese a las estrecheces, aún hacen buenas comidas –dijo Croonch.
-Hay gente que se acomoda a lo que tiene y sigue siendo feliz –dijo Cinismo.
Chasqueó los dedos y Croonch se acongojó, pues ya sabía que iba a ser tragado por una bola de fuego que lo llevaría a otro destino.
Esta vez estaban en un acogedor salón, en él se hallaban su hermana, su cuñado, sus sobrinos Borja, Isabella y Matías, con su esposa Maribel que acunaba un bebé berreón.
-Ese es tu sobrino nieto, Cristian. Al cual aún no conoces –dijo Cinismo.
-He estado muy ocupado –se justificó Croonch.
-Demasiado ocupado para conocer a un nuevo miembro de la familia, muy mal colega, muy mal.
-Le mandé una cesta al hospital, ¿qué más quieres? –dijo Croonch.
-No me lo puedo creer, tú gastando dinero. ¿Y el cielo no se abrió y cayeron ranas?
-No –dijo Croonch.
-Vamos cielito, deja de llorar o atraerás al tío Croonch y te llevará –le canturreó Matías a su hijo.
-No seas malo, Matías –dijo su esposa.
-No es malo –dijo Borja-. Es la viva imagen del hombre del saco. Esta mañana he ido a verlo para invitarlo a cenar y ha empezado a despotricar de la bondad, la generosidad y la Navidad en general. No entiendo cómo puede tener un corazón tan negro.
-Eso no es así –dijo la madre-. Sólo que no sabe expresar su cariño como hacemos los demás, en el fondo tiene buen corazón.
-Sí, tan en el fondo que no hay quien lo encuentre –dijo su marido-. A mí aún me llama “gastatizas”, y soy profesor de universidad. Nunca le caí bien y nunca lo haré.
-Vamos, cielo. No seas rencoroso.
-Sólo por ti, amor –dijo el marido besándola dulcemente.
-Siempre ha sido un cursi –dijo Croonch.
-Porque demuestra tener consideración por los sentimientos de su esposa, ya veo.
-¿Qué ves? –preguntó Croonch a la defensiva.
-Nada, nada –contestó Cinismo.
-¿Cómo que nada? –gritó Croonch.
Pero Cinismo lo ignoró y chasqueó los dedos y la esfera de fuego los envolvió y lanzó de nuevo a Croonch sobre su cama solitaria.
Empezaba a estar harto de que lo llevaran de arriba abajo como si fuera un saco de patatas. ¡Él era el Ministro de Economía! ¡Todo el mundo le temía! Se merecía un respeto. Se iba a enterar el próximo espíritu que apareciera.

Cuando empezaban a dar las doce un frío gélido inundó la alcoba, cuando Croonch pudo volver a ver a través de la bruma, vio una imponente figura oculta en una aterradora túnica con capucha.
-¿Eres el espíritu de la Navidad Futura? –dijo Croonch con voz temblorosa.
La capucha se movió en un gesto afirmativo. Lo señaló con un dedo huesudo y lo dobló hacia arriba para indicarle que se acercara.
Croonch negó con la cabeza. El espíritu repitió el gesto hasta que él se arrastró junto el espectro de mala gana. Al instante, una ventisca azotó al asustado Croonch, que se protegió la cara con los brazos. Cuando por fin la tempestad amainó se encontró contemplando un enorme cartel de propaganda de campaña electoral, que lo mostraba a él sonriendo con confiada elegancia.
Cayó arrodillado en el suelo embargado de la emoción.
-¡Lo conseguiré, seré presidente del gobierno! –dijo entrecortadamente.
El espíritu negó con la cabeza.
-¿Cómo qué no?
El espectro señaló con su huesudo dedo otro cartel electoral que mostraba un famoso vidente sosteniendo un manojo de acelgas.
-¡NOOOOO! ¡No puede ser! –gritó Croonch con lagrimones corriendo por sus mejillas-. Dime que este futuro no es inalterable. Que puedo luchar para cambiarlo. Dime algo –suplicó.
El fantasma agitó su dedo en el aire y una bruma oscura formó las siguientes palabras: “El futuro es incierto, cada uno forja su propio destino”.
-Cambiaré, seré más y mejor. Lo prometo –dijo Croonch agitando un brazo en el aire.
El espíritu lo miró desde la profundidad de su capucha pero siguió sin decir nada.
Acto seguido se encontró arrodillado en el borde de la cama con el brazo en alto y cayendo de cabeza al suelo.
Excepto por el golpe, estaba exultante, lleno de alegría y una nueva determinación por el futuro que se abría ante él.

Al salir de casa, Croonch se encontró a Bernardo, su chofer personal esperándolo con su estoicismo habitual.
-Vamos, Bernardo. Que tenemos mucha felicidad que repartir –dijo entrando por la puerta que sostenía Bernardo.
Si a ésta la nueva actitud de su jefe le pareció extraña, no lo mencionó.
-Llévame a casa de María.
-Sí, señor.
En la parte trasera del vehículo Croonch iba pensando en todo lo que había aprendido esa noche.
Si habiendo subido el IVA, congelado las pensiones, bajado el sueldo a los funcionarios y recortado las pagas extras, la gente aún era feliz y podía poner comida en la mesa, significaba que todavía se les podía exprimir un poco más.
Croonch encendió la grabadora y recitó:
-Punto uno: Subir el IVA del 21 al 24%.
Punto dos: Haciendo un gran esfuerzo por parte del gobierno y para no faltar a la palabra dada en las elecciones, las pensiones subirán un 1,2% el próximo enero.
Pasaron por delante de un grupo de seis jóvenes que estaban cantando villancicos en la acera, mientras pedían dinero.
Croonch llamó a la policía y solicitó que un grupo de antidisturbios fuera a disolver la manifestación de esos anarquistas que querían desestabilizar la democracia y hundir la economía de mercado. Con este tipo de delincuentes había que tener mano dura.
El coche se detuvo en un paso de peatones donde una ancianita estaba cruzando a su ritmo.
Dentro del coche que estaba aparcado y que quedó a la altura del ministro, un hombre se desperezaba, claramente había pasado la noche en el vehículo. El desconocido saludó a Croonch con una sonrisa triste. Éste la devolvió la sonrisa.
-¡Arranca ya! –le dijo a Bernardo frenéticamente.
-Está cruzando una viejecita.
-¡Da igual! Una pensión menos que pagar.
Afortunadamente Bernardo era un ex-legionario cuya madre le había inculcado un gran respeto por los mayores  e ignoró descaradamente la orden del ministro.
Croonch encendió la grabadora de nuevo:
-Punto tres: Aprobar una ley que no permita aparcar vehículos residenciales en las vías públicas sin la debida autorización, previo pago de una tasa de 200 euros semanales al ayuntamiento pertinente. Dormir en un vehículo aparcado en la vía pública lo convertirá automáticamente en vehículo residencial sujeto a la normativa anterior. Exponiéndose a una retirada del susodicho por la grúa y a una multa de 500 euros.
Punto cuatro: Realizar una auditoría a Marcos Hidalgo.
Punto cinco: Conversión del Hospital General en un Centro de Tratamiento de las Dolencias de la Tercera Edad.
-Hemos llegado, señor.
-Justo a tiempo –dijo Croonch bajando del vehículo.

Tras el tintineo del timbre, María abrió la puerta.
-¿Señor Ministro? ¿Ocurre algo? –dijo María sorprendida.
-¿Quién es, mamá? –dijo una jovencita muy pálida que llevaba la cabeza cubierta con un pañuelo.
-Mi jefe, el señor Croonch, esta es mi hija Irene.
-Encantada –dijo la chica-. ¿Nos ha traído un regalo?
-¡Irene! Ve a dentro, no vayas a coger frío.
Al quedarse solos Croonch habló primero:
-Pues sí que he traído un regalo –dijo depositando en la mano de la secretaria la grabadora-. Lo quiero transcrito mañana a primera hora.
-Pero…
-Mi regalo para ti es que conservas tu trabajo, con él puedes pagar ese tratamiento para tu hija.
Dicho esto Croonch bajó a saltitos las escaleras del porche, se giró y gritó alegremente:
-¡Feliz Navidad!
Ante la cara de incredulidad de su secretaria, Croonch se metió en el coche y desapareció calle abajo.

Esta iba a ser una prueba de valor sin igual, entró en el salón de su hermana Elena donde toda su familia estaba reunida y soltó:
-¡Feliz Navidad a todos!
Y todos se quedaron mudos de la sorpresa.
-Sé que no me esperabais, pero me gustaría pasar las fiestas con vosotros –dijo Croonch.
La primera en reaccionar fue Elena.
-Por supuesto que eres bienvenido –dijo abrazando a su hermano.
-Y he traído regalos –dijo Croonch-. Matías, ¿tú y tu esposa aún os dedicáis a dar masajes y a las velas perfumadas y demás?
-Sí –respondió Matías cauto.
-Voy a crear un gran centro para el cuidado de las dolencias de los mayores y estos van a necesitar muchos masajes y terapias alternativas de esas. Y las va a realizar en exclusividad tu empresa, así que ve ampliando la plantilla. Y tú, mi carismático Borja. Debes crear una empresa de grúas, pronto habrá una gran cantidad de trabajo en ese sector y no hace falta decir que puedes acaparar ese mercado si tienes los contactos adecuados y está claro que los tienes –le guiñó el ojo Croonch a su sobrino-. Y para la hermosa a la par que elegante Isabella, un puesto de directora de telediarios en la cadena de televisión local.
-Pero tío, yo no sé nada de eso –dijo ella compungida.
-Tranquila, con que aparezcas bien vestida y grites a alguien de vez en cuando será suficiente.
-Eso puedo hacerlo –dijo la chica más animada.
-Y por último, aunque no menos importante, mi querido cuñado –dijo Croonch abrazando al marido de su hermana-. ¿Sigues de profesor de universidad?
-Sí.
-Pues pronto el director se verá envuelto en un turbio escándalo que lo obligará a dimitir, así que prepárate para ser el que manda.
-Vaya tío, que sorpresa –dijo Borja emocionado-. ¿A qué se debe semejante cambio?
-He tenido una revelación y he aprendido que hay que ser generoso y entregarse a los demás. Ese es el camino. ¡Feliz Navidad a todos! –gritó exultante Croonch.
-¡Feliz Navidad! –corearon todos.

Tres espíritus contemplaban la escena desde la ventana.
-No me lo puedo creer –dijo Ilusión.
-Menudo fiasco –corroboró Cinismo.
 El espíritu envuelto en una capa agitó su huesudo dedo y formó con bruma las siguientes palabras:
-Cada cual forja su propio destino, sea cual sea.
-Muy profundo –dijo Cinismo-. ¿Qué os parece si vamos a tomar una copa antes de presentar el informe?
Por toda respuesta el espíritu de las Navidades Futuras se esfumó entre una lluvia de copos de nieve.
-Desde que Esperanza encontró esa túnica y se volvió misterioso se ha convertido en un aburrido –dijo Cinismo.
-Sí, ya nada es como antes –corroboró Ilusión-. Cada vez es más difícil hacer que los Scrooge regresen al buen camino.
-Esto no va a hacer nada feliz al jefe.
-No, nada feliz. Vayamos a tomar esa copa antes de que se entere.
Y entre un torbellino y una bola de fuego desaparecieron.







Dedicado a aquellos que con sus historias  nos dieron una infancia plagada de fantasía e ilusión  y nos enseñaron a ser mejores personas. A todos ellos, gracias.














1 comentario:

  1. En estos días tan especiales llegue a ti mi cariño con el deseo:

    Que siempre tengas palabras cálidas en un frío anochecer,
    Una luna llena en una noche oscura,
    Y que el camino siempre se abra a tu puerta.
    Que los problemas te abandonen, los ángeles te protejan, y que la luz te cubra acunándote.

    Para ti y seres queridos Feliz Nochebuena...Feliz Navidad!!!!!

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