martes, 1 de noviembre de 2011

EL TAROT O EL ARTE DE LA ADIVINACIÓN

Adivinar el destino es tan antiguo como el hombre, en la antigüedad ya encontramos figuras como los chamanes, videntes, brujas, oráculos, nigromantes, druidas, sacerdotisa y un largo etcétera.

Para leer el futuro sólo hacen falta 2 cosas: creer que el destino está escrito en algún lugar y alguien capaz de leerlo, porque no nos engañemos no es algo que el común de los mortales pueda hacer, es algo destinado sólo a algunos pocos tocados por el don de la videncia.

A estas alturas la creatividad en el medio usado para la adivinación raya la burla. Tenemos los temas clásicos: cartas (tarot, ángeles, egipcio, baraja española), las palmas de las manos, el cráneo, los astros, tripas de animales muertos, runas, huesos de pollo, posos de té, la wija, la bola de cristal, el I Ching o con péndulos. 

Y tenemos la modernización, que parecen surgir más por una necesidad de dar la nota que por su efectividad: en conchas, a poder ser todas iguales así la lectura es más clara; hortalizas; piedras, mejor si son preciosas así se puede cobrar más; en el iris; con el pulpo Pol; en la cera de las velas; en la yema de un huevo, que sí, que cascan un huevo delante de ti y si la yema está a la izquierda, si está a la derecha, que si es más amarillo que naranja (un poema en toda regla).

Los tarotistas hace unos años se imbuían de toda una parafernalia estética destinada a afianzar su profesionalidad, así como, usaban una jerga específica para la realización de su trabajo.

Hoy día sin embargo, con la aparición de una nueva modalidad, el “teletarotista”, que abunda desde hace un tiempo en prácticamente toda cadena de televisión que se precie. Podemos observar un declive en la estética y profesionalidad de los invidentes, perdón videntes. Es muy fácil  observar el entorno que los rodea, básicamente porque no hay mucho que observar. Un fondo de un color liso, una planta de plástico a un lado y una pantalla que muestra imágenes de un supuesto misticismo.

El profesional situado tras una mesa de lo más anodina, luce un traje de lo más simplón, mientras se pasa el rato mirando las musarañas mientras espera que una inocente víctima caiga en su telaraña.

Dónde quedan aquellas decoraciones fastuosas a la par que horteras, llenas de espejos, candelabros con velas encendidas, calaveras sobre la mesa (que imponía respeto), esas dagas de aspecto satánico, que creaban una atmósfera de fiesta de Halloween que impresionaba.

Más llamativo me resulta aún como han perdido en cuestión de locución. Antes te metían un rollo con palabrejas largas y conceptos más abstractos que terrenales y ahora tienes suerte si das con uno que sepa vocalizar correctamente y más difícil aún que sepa usar palabras de más de 2 sílabas. Siéntete súper afortunado si cuando termina la consulta no te llevas a cuestas una maldición.

Tenemos en este preciso momento una “teletarotista” que va más allá en el desempeño de este arte, te da la respuesta a tu consulta ¡sin haberte echado las cartas! Con las cartas en la mano, sin barajarlas, ni cortarlas, ni hacer ver siquiera que mira la carta superior para disimular. Ofrece una respuesta tan firme y contundente como un simple ¡NO! Luego recuperando la compostura del profesional del destino se digna a echar las cartas y reafirmar su diagnóstico ¡NO!¡NO!¡NO!¡NO! con mucha contundencia mientras clava el dedo sobre cada una de las cartas, para reafirmar su vaticinio anterior.

Francamente yo echo de menos aquellos visionarios que te mareaban con léxico rimbombante, te cegaban con túnicas púrpura o te aterrorizaban con peinados estridentes. Pues pese a que su índice de acierto en la adivinación era francamente bajo, menos del 50% que eso es lo que estadísticamente según la ley de las probabilidades cualquier simple mortal podría lograr, daban un gran espectáculo. Y echarse unas risas nunca viene mal.

Una de las mejores cosas de esta doctrina, es que ellos no se equivocan, no nos confundamos. Al conocer nuestro destino, nuestros actos conscientes o inconscientes, hacen que éste cambie, por eso nosotros tenemos la culpa de que ellos parezcan incompetentes y que no acierten ni una.

Así que ya veis la complejidad de la situación, si conozco mi sino puedo actuar y éste cambia, así que ya no es el destino que conocía y vuelve a ser incierto para mí.

Nada más lejos de mi intención juzgar a nadie, pues yo creo que cada cual es muy libre de creer en lo que quiera o le haga sentir bien consigo mismo. Pero no debemos olvidar a la hora de pedir ayuda, que existen muchos desalmados dispuestos a aprovecharse de las vulnerabilidades ajenas sin ningún tipo de escrúpulos.

¡¡¡Que tengáis un gran Destino!!!

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